27 junio 2011

Solo un fantasma




Era una bonita niña, encarcelada y atrapada en su propia textura, que solo percibía la desdicha de los suyos.
Los fieros lamentos; los prestos tiempos de la difusión.

Aquel día caminó hacia la iglesia. Él no estaba. Arrojó los chocolates que le había traído. Levantó los bolsos con sus libros y partió rauda y engalanada en su jumper del secundario hacia la casa.
Él la espiaba a varias cuadras; la dejaba irse.
No repitió lo de aquel verano que la había transportado tanto, no. Esta vez no.
Caminó numerosas cuadras por el barrio. Su cuerpo estaba cansado. El vientre le golpeaba tras la piel y el ombligo.
Era un feo día de invierno; de un junio gris, lluvioso y húmedo.
Ahora huía finalmente.
No podrían encontrarla.
Ya jamás la buscarían entre ningún sitio ni siquiera en la penumbra nocturna que la cobijaba. Ella yacía adormecida de dolores. Los párpados querían cerrarse y a pesar de ser una temprana tarde, los gallos del vecino emitían sus sonidos enloquecidos.

Unos que otros pajaritos gorjeaban encima de los cables.
Los ventanales de su día se habían repletado de la llovizna al norte, al este y al oeste. El silencio volvía hacia ella y un malestar envolvía su ser...

Creía morir. En verdad quería morir...¡Está lejos! ¡Sí!, se ha alejado mucho.
Un humilde adiós se escuchó entre las cosas. Era una despedida que dejaba cierta lejanía. De solo espiarla era un simple objeto ya; una cosa; un fantasma...

Aún la tarde no se quitaba el velo.
Ella reconocía el engaño en todo.Bien sabía que nada ni nadie eran de ella.
¡Qué poco poseía!
Sólo un cúmulo torrente que se hurtaba sus lágrimas y ahuecaba su dolido pecho.

No, Santiago ya no volvería.
Sola... esta vez quedaría encarnada en la tarde. En la húmeda, triste y grisácea tarde de Junio.
¿Cómo pudo fallarse a sí misma?
¿Cómo al mirar esa ventana se le turbaban las ideas y todo lo claro que pudiera ella tener otra vez era angustia?

Pisó esa tierra y los ojos se le desnudaron otra vez. Lágrimas que se deslizaban con brío por los cristales de aquel sitio.
Ella se creía la dama.
La dulce dama en la cúpula de la gótica iglesia.
Esa iglesia donde lo esperaba. Y no era nada. No era esa la verdad. La realidad la veía hecha un nudo en el asiento de un coche viejo.
Un nudo en la garganta; en su estómago...
¡Si hasta los reos sentían más libertad que la de ella!

El destino siempre se ensañaba con su suerte.

"Los gansos siempre vuelan juntos. Míralos en el cielo. Ve el milagro de las hojas moverse. Encuéntrame contigo, no estás sola. Nunca estarás sola" le decía él.

Sí, aparentemente los milagros existían en cada instante y lloraba agradecida por ello. Necesitaba enjoyarse el espíritu y el alma de las bellezas que la vestían cada día. Esas, sus ilusiones de una naturaleza que la abrazaba y la mecía.

Ahogada sintió el infierno entrando en su piel. Una festiva llovizna mojó las callecitas y veredas, y la brizna apenas torcía sus formas en el jardín.

-¡Aguanta, barquezuela errante! ¡No te duelas , por favor!

Las ideas se le disparaban atolondradas. Algo pujante surgía. Era ella, la poeta oculta. El fantasma que luego de tanto tiempo emergía. Renacía en esta niña, un corazón enloquecido y aprisionado.
Ella, una mujercita vibrante mezcla de bálsamo simple y de cruel hermosura...

Aquel atardecer se preguntó sobre los robles, los duros y resistentes robles que toleran los doloridos hachazos con calma.

¿Qué engañoso mar desteñía las hojas que se le escapaban del corazón? Sus hojas de poesías...
¿Cuánta luz fue capaz de irradiar anoche, o la otra noche, o la noche anterior a la de anoche?
Y era un néctar de metáforas la saliva de su lengua. Y
acogedora arboleda, el oscurecer de esa siesta.
No hay montañas aquí; todo es llano. Solo ella parece una cima que se cae en un río imaginario. Fatigada, desconsolada y con tanto para dar...





Pero, sin embargo, se dejó morir cobardemente.

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® Norah Perlatt.Fecha de creación 27/06/03 16:24 P.M.

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